FELIZ DIA DE LA MADRE

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miércoles, 9 de mayo de 2012

Tapones solidarios

"Montones de grandes bolsas transparentes a través de las cuales se ven tapones de todos los colores y tamaños. Todos de plástico, sin excepción. Tapas procedentes de briks de leche, zumos o refrescos; botellas de agua, aceite o licores; frascos de champú, suavizante o jabón líquido; tubos de dentrífico… Una tonelada y media de sacos repletos descansan en el garaje de Elisabet Martín y Carlos Hernández, una familia de Terrassa que se ha apuntado a la recogida de tapones para pagar los tratamientos médicos que necesitan sus dos hijos: Gerard Hernández, de 2 años, con un trastorno de espectro autista, y Ainhoa Hernández, de 1 año, con una alteración cromosómica infrecuente. Hasta hace poco más de dos años, no eran más que piezas destinadas a coronar montones de basura en vertederos, pero ahora se han convertido en una opción para decenas de familias que, ahogadas por el descenso de ayudas, subvenciones y obras sociales, apuestan por el ingenio para conseguir encontrar una ayuda para curar a sus hijos. En un momento en que ha caído en picado la contribución económica a causas solidarias, una tendencia que se expande como una fiebre es recolectar tapones y tapas de plástico y depositarlas en puntos de recogida situados en escuelas, tiendas, bares y farmacias. Desde ahí, la familia promotora se encarga de transportarlas a su casa y posteriormente a una planta de reciclaje, que las paga a unos 200 euros por tonelada. Tras el éxito rotundo de la familia de Iker, un bilbaíno de 15 años que sufre una extraña enfermedad, que consiguió reunir 20 toneladas de tapones, los padres de otros niños enfermos también han alcanzado sus metas gracias al reciclaje. Por ejemplo, los de Aitana García, que será operada de su cardiopatía congénita en Boston tras conseguir en menos de un año 168.285.000 tapones, con un valor de 99.771 euros. Esta niña de 11 años fue muy afortunada, ya que la Fundación Seur se hizo responsable de que este gran esfuerzo solidario fuera viable: cada día trasladaba un camión lleno de tapones de plástico gratuitamente. Aquí no termina el esfuerzo que invierten las familias en la recogida de tapones por los establecimientos, también deben seleccionarlos y encargarse del transporte, porque ninguna fundación de envíos se ha solidarizado con su causa: «Si tengo que ir muy lejos a buscar bolsas pequeñas de tapones, acabo gastando más en gasolina», apunta Elisabet Martín. Las dos familias de Terrassa se muestran muy agradecidas a sus conciudadanos: «La gente está muy concienciada. Voy por la calle y veo gente que tira la botella y se guarda el tapón, es de agradecer», relata Laura emocionada. Elisabet agrega: «Sin la colaboración de la gente, no llegaríamos a final de mes y aunque no es la solución definitiva, nos ayuda, sobre todo moralmente»."

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CUENTO: La pizarra que habla juega y es tan divertida

La pizarra que habla,
juega y es tan divertida

Era la primera vez que iba a clase. No tenía demasiado miedo, pero aquella noche no pudo dormir demasiado. Estuvo pensando y pensando cómo sería su primer día, así que mientras no podía conciliar el sueño ideó una manera para que el tiempo pasara lo más rápido posible.

José Buenaventura creyó que lo más conveniente era imaginar cómo sería el día siguiente, aquella primera jornada frente a veinte chiquillos de entre cuatro y cinco años.

Éste sería su primer contacto directo con estos niños. Cuando él estudió le enseñaron y dieron muchos consejos de cómo debería tratar a los futuros alumnos, pero la realidad siempre se le hacía muy diferente.

En su cama soñaba despierto que todos los niños se mostraban ilusionados con lo que él enseñaba. Que lo hacía de modo agradable y que nadie se le distraía. De esta manera imaginándoselo se quedó dormido.

Al día siguiente, el despertador sonó antes de lo habitual, había que vestirse para la ocasión, por ello, la ropa bien planchada descansaba sobre la silla junto a la cama. Aquel día no se hizo el remolón, se levantó inmediatamente. Se dirigió al cuarto de baño, se aseó y afeitó, luego desayunó y se vistió. Hasta llegar al colegio sólo tuvo que caminar unos diez minutos, que se le pasaron volando, pues estaba muy nervioso.

Una vez allí saludó a sus nuevos compañeros, quienes se mostraron muy contentos con su llegada. Entre ellos murmuraban: ¡pobre maestro! En su clase no hay ni una simple pizarra.http://www.waece.org/cuentos/imagenes/06_1.gif

José Buenaventura llegó a su aula y saludó a los pequeños: "Hola a todo el mundo". Pero éstos no le correspondieron. También para ellos era el primer día y no sabían frente a quién estaban y como podrían suceder las cosas. Sólo Norberto, un chico pelirrojo bastante despierto preguntó: "Aquí no hay pizarra". A lo que José Buenaventura respondió: "Ésta gran pantalla será nuestra pizarra y con este ordenador haremos todas las actividades".

Al parecer Norberto no había quedado muy satisfecho con la contestación y volvió a preguntar: "¿Y usted dónde se sentará?" En esta ocasión, el maestro sonrió y dijo que él siempre estaría de su lado. Al parecer la primera prueba con los alumnos no había salido del todo mal. No obstante, para ello tuvo que explicar lo que era una pizarra, pues creyó que la mayoría de los niños nunca habían visto una de éstas. Seguidamente, dijo algo sobre su nueva pizarra y por qué estaba enchufada a un ordenador.

Una vez todos se presentaron y mientras Norberto seguía haciendo preguntas de las suyas, José Buenaventura encendió el ordenador y la pantalla se iluminó. En principio resultó un poco fea pero, de repente, comenzó a hacer ruidos, emitir palabras y hasta tenía música. Había muchos colorines y luego aparecieron dibujitos que se movían, que charlaban entre ellos, que hacían preguntas…que invitaban a jugar.

Después de aquello, los chicos fueron al patio, jugaron con el resto de los amigos, corrieron y saltaron muchísimo. Otra vez en clase estuvieron trabajando sobre actividades que el maestro les mandó.

Los días fueron pasando y todos los alumnos estaban muy contentos con aquella nueva pizarra que hablaba, invitaba a jugar y casi sin querer enseñaba cosas muy bonitas. Cuando los pequeños se habían familiarizado con aquella herramienta, también jugaban directamente con ella. Todos disfrutaban mientras aprendían y José Buenaventura cada día estaba más ilusionado pues veía cómo todos participaban. Incluso Ramón, que tenía un problemita en las manitas, para él había una bola de color azul con la que podía jugar y hacer dibujos, o bien colorear en el ordenador.

Él traía a la clase discos que colocaba en el ordenador y todo el mundo jugaba. A veces, escribía algo y enseñaba juegos de otros países, pensados para los niños de cualquier lugar del mundo. También veían la televisión, sólo los programas infantiles y, de vez en cuando, mostraba lugares muy lejanos.

Un día, José Buenaventura dejó de venir al colegio. Nadie supo lo que le sucedió, quizá nadie quiso preguntar qué le había sucedido. Así que me pusieron en su lugar. Me extrañó muchísimo, el primer día que fui, que en la clase no hubiese pizarra, pero pronto me acostumbré. En la actualidad soy incapaz de enseñar sin la ayuda del ordenador y aquella pizarra que habla, juega y es tan divertida. ¡Ah! Lo había olvidado, José Buenaventura está en la Universidad, un lugar donde enseña a los mayores cosas sobre los niños y siempre que tengo alguna duda, acudo a él.

Víctor Amar


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